«Traslado» era el eufemismo que utilizaban los marinos durante la dictadura cívico-militar (1976-1983) para referirse a la desaparición definitiva de las personas detenidas ilegalmente, que se consumaba con el asesinato, el ocultamiento del crimen y del cuerpo. Los traslados eran los vuelos durante los cuales los Grupos de Tareas (GT) arrojaban a las personas detenidas, vivas y adormecidas, al mar o al Río de la Plata. En la ESMA, esta metodología fue la principal forma de exterminio, que fue conocida posteriormente como «vuelos de la muerte».
Los secuestrados no sabían desde el comienzo qué significaban realmente los llamados traslados. Los represores les aseguraban que la persona designada para un traslado iba a ser llevada a una granja de recuperación en el sur del país o a una cárcel legal.
El número personas elegidas para cada vuelo variaba de acuerdo a los requerimientos operativos del GT, entre los que podía influir también el espacio disponible dentro del centro clandestino donde estuvieran detenidos. La frecuencia de los vuelos fue irregular aunque –según testimonios de sobrevivientes– en los primeros años llegaron a realizarse semanalmente. Se efectuaban por lo general los miércoles o, excepcionalmente, los jueves por la tarde.
En el centro clandestino de detención Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), generalmente el sótano era desalojado totalmente alrededor de las 15:30. Aproximadamente a las 17, en el sector denominado «Capucha», los suboficiales comenzaban a llamar a las personas detenidas por su número. Las formaban en fila india, tomadas una de la otra por los hombros, encapuchadas y con grilletes en los pies. En esas condiciones descendían desde el tercer piso por la escalera que atravesaba todo el edificio. En el sótano las esperaba un enfermero para aplicarles una inyección de pentotal, una droga que los represores llamaban pentonaval. El sedante les arrebataba la conciencia pero no los mataba. En esas condiciones eran sacados por la puerta lateral, introducidos en un camión que esperaba en el playón de estacionamiento y trasportados hacia el Aeroparque o a otros aeropuertos militares.
Hasta ahora se sabe que la Armada usó para los exterminios aviones Skyvan, Electras, DC3 y helicópteros, aunque no se descarta que hayan recurrido a otros tipos de aeronaves. Con el tiempo se supo que estas aeronaves cumplían con dos condiciones necesarias: tenían autonomía de vuelo y permitían lanzar cargamento desde el aire.
Los denominados vuelos de la muerte podrían haber dejado algunos registros burocráticos que la Justicia aún investiga. De las investigaciones se desprende que cada vuelo habría llevado en la cabina la tripulación normal de un avión, y que los prisioneros iban acompañados por dos oficiales, un suboficial y un cabo, que rotaban continuamente para comprometer a todos los integrantes de las fuerzas. Los vuelos también pudieron haber sido supervisados por médicos o auxiliares, encargados de manipular a las personas adormecidas.
Bibliografía disponible en catálogo:
- Domínguez, Fabián. Los aviones negros: la dictadura en las costas del Tuyú, Buenos Aires: Las Cuarenta, 2017.
- Verbitsky, Horacio. El vuelo, Buenos Aires: Planeta, 1995.
- Martorell, Francisco. Operación Cóndor: el vuelo de la muerte, la coordinación represiva en el cono sur, Santiago de Chile: LOM, 1999.
- Lewin, Miriam. Skyvan: aviones, pilotos y archivos secretos : una periodista ex desaparecida, un fotógrafo italiano, una investigación que desnuda la trama macabra de los vuelos de la muerte, Buenos Aires: Sudamericana, 2017.
Museo Sitio Esma http://www.museositioesma.gob.ar/